Por Lu Sánchez.
Un mes después de haber aprobado el curso de conducción y obtener mi licencia, por fin pude comprar mi propio carro: un Renault Logan Famillier. Durante las primeras semanas que estuve al volante siempre lo hice con alguien a mi lado. Ir acompañada de mi mejor amiga, mi papá o mi novio me generaba seguridad y confianza, a pesar de sus constantes críticas.
Pero la historia no podía seguir así y un sábado en la mañana salí por primera vez en mi carro sola, sin instructor ni copiloto que me diera indicaciones o se alarmara por cada error que pudiera cometer por mi inexperiencia.
Esta vez solo lidiaría con mis propios pensamientos y bueno, con uno que otro conductor que no soporta compartir la vía con un aprendiz.
Los nervios a mil y hasta ahora iba a encender el carro. Después de solo un intento fallido logré prenderlo y arrancar sin problema. ¡Uf!
Empieza la tarea de mantener la atención en todo lo que pasa a mi alrededor y sincronizar mis pensamientos con lo aprendido en el curso junto con los temas pendientes en la casa, las discusiones del día en la oficina y lo que me pondré para salir en la noche. Admitámoslo, es imposible mantener un solo pensamiento a la vez.
Luego de haber recorrido un par de cuadras, me siento un poco más confiada y me atrevo a salir a una vía principal. ¡Dios! tarea titánica adentrarse en la vida real del tráfico de esta ciudad. Una bici por un lado, una moto por el otro y no falta el que me cierra por no ir mayor velocidad.
Empezó a retumbar en mi cabeza ese prejuicio que nos encasilla a las mujeres como pésimas al manejar, pero antes de que el semáforo cambie a verde, retomé la confianza en mí, puse mi canción favorita, esa que me saca de la mente hasta a mi ex. Semáforo en amarillo, verde, primera, segunda y el auto no se me apagó!!
Mi mejor sonrisa porque logré estar en calma, conducir en el tráfico sola sin dejarme llevar por la presión y mantener el auto prendido cuando debía estarlo. Me siento con el poder en mis manos y la brisa hace ondas en mi cabello… Un pequeño triunfo sin espectadores, sin aplausos pero cantando mi canción favorita, me sentí la estrella del escenario.
Fuente imagen: learning_machine via Compfight cc